Río extremo: cuáles son los nuevos deportes náuticos que son adrenalina pura - LA NACION

2022-03-17 08:53:24 By : Mr. Eric zhang

Encontré al amor de mi vida”, se oye decir a un hombre de mediana edad, el último fin de semana en Perú Beach. No se refería a una persona, sino al wingfoil, uno de los deportes náuticos más nuevos que se pueden practicar en el del Río de la Plata, en el Delta o en cualquier espejo de agua que haya a pocos minutos de la ciudad de Buenos Aires.

Mezcla de windsurf y kitesurf, dos de los deportes más practicados por estas costas, son varios los que confiesan haber sentido este verano el flechazo del wingfoil que consiste en pararse sobre una tabla con foil (una quilla de la que salen unas alas sumergidas que separaran varios centímetros el casco del agua, imprimiendo una inigualable sensación de volar) y una vela inflable, liviana y muy transportable que se maneja con las manos, sin estar conectada a la tabla por un mástil , una botavara o escota (soga), sino por una manijas.

“Es una bomba, lo último, lo más nuevo. Meses antes de la pandemia compramos un equipo porque veíamos que en el mundo la estaba rompiendo, empezamos a difundirlo, y al poco tiempo no pudimos navegar más. Este verano arrancó y no paró de crecer. Es mucho más sencillo que el kitesurf y el windsurf y no necesitás que haya mucho viento para sentir que estás volando”, dice Cristóbal ‘Tóbal’ Saubidet, dueño de la escuela Tóbal Kites (@tobalkites), que funciona en Perú Beach, donde el fin de semana pasado se corrió la segunda fecha del campeonato nacional de wingfoil en la que participaron 23 personas, entre las que estaban su hijo Lucas (que es instructor) y sus sobrinos Francisco Saubidet Birkner (representante argentino en Tokio en windsurf) y Celina, una de las pocas mujeres que practica esta disciplina en nuestro país.

Los deportes de agua extremos son una debilidad para los argentinos, históricamente muy ligados al río y a la náutica y propensos a seguir tendencias nacidas afuera, como en su momento fue el kitesurf, que aquí explotó a principios de 2000. “Nos gusta todo lo adrenalínico. El problema es que somos un país pobre y hay pocos que pueden ir en la vanguardia porque para estos deportes hay que invertir”, sostiene Tóbal.

Comparado con el kitesurf, Saubidet sostiene que este nuevo deporte tiene una proyección aún mayor: “El wingfoil está creciendo de forma más veloz que cuando surgió, en su momento, el kitesurf. Es muy amigable y divertido. Porque además los equipos se adaptan a todos los niveles. En el kitesurf los foils sí o sí son muy rápidos porque si no vas a mucha velocidad, te caés. Con el wingfoil, en cambió, podés ir más tranquilo si recién arrancás, o a fondo cuando ya sos un experto, depende el nivel que tengas”, sostiene Tóbal, que dice que desde la irrupción del foil en la navegación, todo cambió.

“Hoy la tendencia en náutica es foilear. La gente busca esa sensación de ir volando en el agua -asegura-. Al no haber rozamiento, se necesita menos fuerza para desplazarse y se reduce la fricción. Esto permite estar más liviano y así propulsarse con mayor soltura y velocidad. Con el foil vas tres veces más rápido que sin él”, explica y agrega que lo más difícil es mantener la estabilidad. “Es lo más complicado. Hay diferentes tipos de foil: están los freestlyle que son para andar libremente y tienen una quilla más corta y están los de race o velocidad, con una quilla más larga”.

Para manejar el foil se necesitan unas 3 clases, aunque depende de la habilidad de cada persona. Después, hay que sumar el wing, lo que puede significar unas 3 clases más.

Por su parte, Salvador Peluso, amante de los deportes extremos y dueño de Delta Point (@deltapointtigre), un enclave náutico en medio de Tigre donde funciona una escuela y se alquilan equipos para los que buscan sensaciones fuertes y fuera de lo común, le baja un poco la efervescencia a este nuevo deporte, no porque no haya prendido, sino porque se hace difícil conseguir equipos: “El wingfoil se practica pero todavía no a gran escala. Hay muy pocos equipos por el tema del dólar y las importaciones y encima se sumó la pandemia –sostiene–. Pero tiene proyección porque al no tener los hilos de 30 metros es más seguro que el kitesurf y necesitás menos viento. Un día con poco viento podés salir y la pasas bien igual. Hoy es el que más me gusta porque me fascina aprender cosas nuevas y esto es lo mas nuevo. Y siempre lo nuevo es lo mas atractivo”, dice.

En Delta Point todos los fines de semana la gente se acerca a pasar “un día de playa” y probar los deportes náuticos que están en auge. Los más demandados allí son el wakeboard (una tabla similar a la de snowboard que es impulsada por una lancha o por un kite), el Stand Up Paddle (SUP) y el inflable de arrastre.

“Tenemos equipos con foil que importamos hace unos años. Pero esta temporada la gente se inclina por el inflable de arrastre, que se disfruta desde el minuto uno. El problema con los demás deportes como el kitesurf, el wingfoil o el wakeboard es que tenés que aprenderlos, tomar varias clases. Y la gente quiere venir a pasar el día y disfrutar. Busca divertirse de forma inmediata. De acá a marzo tenemos reservas de todas nuestras actividades, están todos los turnos ocupados. La gente reserva con anticipación para asegurarse el lugar. Estamos trabajando muy bien”, dice Salvador, que en tres semanas partirá en velero a Península Mitre, en Tierra del Fuego. “Hace tres años hice kitesurf en las Islas Malvinas”, recuerda.

Sin duda el deporte náutico que asegura adrenalina instantánea es el flyboard, surgido en 2012 en Francia y que Fabián Marcos y Martín Schiariti trajeron al país en 2013. “Es sorprendente, es pura adrenalina. Tenés la sensación real de estar volando”, describe Fabián, director de Sky Flyboard Argentina (@skyflyboardarg), escuela que da cursos y realiza vuelos de bautismo todos los fines de semana. En temporada alta, unas 15 personas por día buscan probar lo que se siente volar. “Los que vienen buscan una experiencia distinta. En general, es gente acostumbrada a la adrenalina: ya se tiraron en paracaídas, o hacen wakeboard o algún otro deporte extremo”.

El costo del vuelo de bautismo es de 10.000 pesos con una duración aproximada de media hora. Esa tarifa, además, da derecho apasar el día en el complejo que posee una playita con camastros, sombrillas y laguna para relajarse el resto de la jornada. La persona llega, tiene una clase teórica, y luego pasa a la acción. Lo primero que hace es calzarse el equipo de seguridad (chaleco salvavidas y un casco) y luego lo necesario para volar: unas botas de wakeboard sujetas al equipo de flyboard que tiene una manguera conectada a la turbina de la moto de agua. Cuando el motor acelera, se incrementa el caudal e impulsa a la persona hacia arriba.

“La moto funciona como una bomba del agua. En lugar de salir para adelante como el en wakeboard, eleva a la persona hasta 23 metros, (el largo de la manguera). Claro que los principiantes o los que hacen vuelos de bautismo como los que hacemos todos los fines de semana no alcanzan esa altura”. De todas maneras -aclara Fabián- la sensación es la misma a 4 o a 20 metros de altura. “No es difícil, lo han practicado niños de 10 años. Todos la primera vez han logrado pararse y tener esa sensación única”, dice el dueño de Sky Fly Board Argentina. El deporte está registrado en Prefectura y como toda actividad náutica tiene lugares permitidos para navegar. Las clases y los vuelos de bautismo van rotando entre Benavídez, Pilar y la Costa.

Pero tal vez el más extremo y particular de todos los deportes aquí nombrados sea el que practica Daniel Gwozdz. Se llama flying boat (aquí se lo conoce como gomón volador) y se trata de una lancha con aladelta que despega del agua ylevanta vuelo. “Siempre me gustó lo distinto. En 1996 una amiga me dijo ‘vi algo que es para vos’ y me contó sobre el flying boat. Viajé a Italia y traje uno con un socio. Una vez acá me asesoré sobre aladeltismo y empecé”, cuenta Daniel, “El polaco”, que se ríe al comparar su nave con las del famoso dibujito Los autos locos. Daniel asegura que bastan 50 metros de recorrido en el agua para despegar. Si hay mas personas, esa distancia es de 100. La altura ideal para volar es 100 metros, aunque se puede ir a 1000 y a 2000 también. “A veces me gusta ir muy, muy, arriba, apagar el motos e ir planeando”, confiesa Daniel.

Hasta hace unos años contaba con una bajada al río en Club 7, en San Isidro, pero ese lugar cerró y hoy se le complica volar por acá. “Lo disfruto en vacaciones, en el litoral. En el Río de la Plata me cercaron las salidas. Puedo bajar de cualquier guardería pero necesito espacio para armar el aladelta. Yo volé muchos años sobre el Río de la Plata y es espectacular, pero ahora está complicado”, reconoce Daniel, que tcomo entiende de mecánica, fabricó su propio flying boat. “Le puse butacas, tiene otro confort. También tiene un tren de aterrizaje retráctil para tierra. Anda perfecto. Esto fue mi hobby, mi cable a tierra”, confiesa Daniel, “el loco del gomón volador”.

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