Sara Cuesta Torrado - twitter

2022-07-01 21:15:51 By : Ms. Melody Song

Hace tres años, el skate recuperó protagonismo al ser considerado deporte olímpico. El confinamiento ha provocado un boom definitivo: tras el encierro, las ventas de tablas se disparan y proliferan miles de nuevos patinadores mientras las ciudades albergan cada vez más skateparks. Desde el textil hasta el cine y los videojuegos, el asalto de la industria se torna imparable. Y lo que nació como un estilo de vida vuelve a convertirse en tendencia global.

EL SKATE ENGANCHA. Rodar por el asfalto. Sortear el mobiliario urbano —o jugar con él—. Sentir la libertad del que vaga sin rumbo y sin reglas surfeando cada rincón de la ciudad. Adueñarse de ella. Cuando el estado de alarma permitió salir a deportistas solitarios a primeras horas de la mañana o últimas de la tarde, la tentación de atravesar sobre la tabla grandes avenidas vacías de coches como el paseo de la Castellana en Madrid o las Ramblas en Barcelona sedujo a miles de skaters ansiosos por reencontrarse con la velocidad y el cemento. Pero también a cientos de nuevos aficionados que, despojados de la libertad de salir a sus anchas, se sumaron a la fiebre del monopatín. Y así, sobre ruedas, se inició la reconquista de las calles.

“Ya durante el confinamiento intuimos que algo podía pasar. Pese a la caída general, vendimos mucho indo board, que son tablas sin ruedas para practicar el equilibrio en casa”, cuenta José Antonio Muñoz, de 67 años, pelo cano y alborotado, más conocido como Doc por su parecido al personaje de Regreso al futuro (1985). Abrió en 1975 ­Caribbean, la primera tienda especializada de España y que durante décadas ha sido un referente nacional. Su escaparate era el templo en el que la gente se enteraba de las novedades que llegaban desde Los Ángeles (cuna del surf sobre ruedas) y donde se gestaban las tendencias.

— Cuando José Antonio Muñoz se subió por primera vez a un patín, pocos en España lo habían probado. Era el año 1968. Desde aquel día, este madrileño no concibe su vida sin una tabla bajo los pies. Conocido en el mundo del patín como Doc (por el personaje de Regreso al futuro), utiliza el longboard (una tabla más larga con la que no se hacen trucos). Fue él quien tras una estancia en la Universidad de Berkeley montó en 1975 la considerada primera tienda de skate de España y trajo los avanzados modelos estadounidenses, menos ruidosos y con mayor rotación.

— Estaba ahí cuando se construyó el primer skatepark privado de España, en Arenys (Barcelona). "Tratamos de montar una competición a la altura de las americanas", recuerda en su tienda, Caribbean. También organizó una exhibición de skate patrocinada por Pepsi en el Palacio de los Deportes de la capital. "En 1979, creo recordar. Asistieron miles de personas". Y ayudó a construir, en los ochenta, el Parque Sindical de Madrid. Posiblemente el primer skatepark público del país. "Un proyecto promovido por Tomás Moreno (padre de un niño que patinaba). Pusimos en marcha un club para recaudar fondos y lo construimos con los chavales y nuestras propias manos. Fue muy bonito".

— Con 67 años, sigue compitiendo en los campeonatos europeos de slalom (carreras esquivando conos). Cuenta que antes quedaba entre los cinco primeros; hoy, entre los cinco últimos. "Claro que el segundo participante de más edad no pasa de los 55", ríe. "Pero no voy para ganar. Me gusta ir porque me reencuentro con viejos amigos de todo el continente. Me lo paso bomba".

Ahora ese lugar son las redes sociales. En los meses de encierro, bastaban unos minutos navegando por Instagram para toparse con stories con hashtags como #yopatinoencasa. Un chaval que se sube a la mesa del comedor con su monopatín, la recorre rodando sobre la tabla, de un brinco aterriza en el suelo, continúa hasta la puerta de la terraza y remata la escena en el exterior con un kickflip (mientras está en el aire, el skate da una vuelta completa en sentido vertical y el patinador cae sobre la tabla pisando suelo firme). Los skaters, atrapados en sus pisos, tiraban de creatividad y mobiliario en sus vídeos caseros, buscando saciar su sed de asfalto.

“Yo diría que este boom lo han provocado tres grupos: esos patinadores confinados que han salido con muchas ganas, los que lo dejaron hace años y lo han retomado tras el encierro, y el mogollón de chicas que están empezando”. Esteban Velarde, skater de 50 años y propietario de Innercity Goods, una pequeña distribuidora especializada que trabaja en toda Europa, justifica así el “subidón” que su empresa ha registrado estos meses en las ventas de material duro (tablas, ejes, ruedas…). Calcula que en junio los pedidos que le han hecho las tiendas crecieron un 30% respecto al junio anterior, y en agosto y septiembre, un 50%. “La demanda está siendo tan fuerte que marcas como Zero se han quedado sin stock en todo el mundo”.

— Con su cámara de fotos ha capturado saltos inolvidables de algunos de los mejores skaters del país. Dentro de la comunidad le consideran un pionero de la fotografía skater. Ha dirigido revistas especializadas como Shape o Go Mag (fundada por él mismo). Y lleva más de media vida en el negocio de la distribución de tablas y material duro. Se enganchó a esta disciplina en la adolescencia y desde entonces todo su mundo ha girado en torno a ella.

— Nació en 1970 en Guinea Ecuatorial y llegó a España con seis años. "Mi madre era española, así que mi hermano y yo nos vinimos con ella". Su padre, como guineano, se tuvo que quedar. "Huyó más tarde por Camerún. Tardó cuatro años en reencontrarse con nosotros en Madrid". Por lo demás, Velarde tuvo una infancia como la de cualquier chaval de la capital. "Crecí en el barrio de Retiro y empezamos a patinar por allí, motivados por películas como Regreso al futuro. En 1989 nos desplazamos a Colón y detrás vinieron otros grupos de skaters de la ciudad". Fue su generación la que convirtió la céntrica plaza madrileña en un spot (así llaman a los puntos de encuentro donde se patina) y vivió la primera gran explosión del skate en España.

— Pasaba tanto tiempo sobre la tabla que terminó abandonando los estudios. Empezó a trabajar en la distribuidora especializada de Francisco Burgos (de las pocas que había entonces). Allí lo aprendió todo de la que hoy es su profesión. Con 50 años, tiene su propia distribuidora, Innercity Goods; su marca de ejes (Arrow) y de ruedas (Universal), y sigue surfeando la ciudad. "Si te pica el bicho del skate, no puedes dejar de patinar".

J. A. Muñoz, que patina desde finales de los sesenta, ha sido protagonista y testigo de las distintas oleadas que ha vivido el skate. “En la década de los noventa se produce el gran cambio: las tablas anchas y con las características que conocemos hasta ese momento —old school, que lo llamamos ahora— desaparecen. Y surge lo que es el new school, con tablas más estrechas pero simétricas. Los trucos y el estilo varían totalmente. Se hace muy street, muy liberal, muy anárquico, más agresivo y de movimiento”. Cuenta su hijo Borja Muñoz, de 37 años y director de la escuela Caribbean que él y su hermano montaron en 2008, que ese es el skate que quieren aprender los críos. “La demanda de clases siempre ha ido a más, pero desde la desescalada se ha disparado. Está siendo la mayor de nuestra historia”. Hasta tal punto que han tenido que contratar a más monitores para poder abarcarla. “Además, tanto en la escuela como en la tienda han subido todas las modalidades, desde el skate hasta el longboard, pero sobre todo el surfskate”.

Esta disciplina que surgió hace 22 años en California ha cautivado a cientos de surfistas en los últimos años y ha ganado adeptos durante el confinamiento. De la misma forma que el skate surgió a mediados del siglo pasado de la mano de surfistas que pusieron ruedas a tablas de madera para surfear piscinas vacías en días sin oleaje, a finales de los noventa el surfista Neil Carver creó unos ejes para su tabla pensados para que los movimientos y las sensaciones patinando se pareciesen más al surf que al skate. Así fundó Carver USA. Detrás vinieron marcas como Slide, Smoothstar o Swelltech. Y dos firmas españolas están apostando fuerte por esta modalidad: la cántabra Miller Division y la vasca Yow (sus creadores, los hermanos Iraola, fundaron poco después HLC, que hoy es la fábrica y distribuidora de algunas de las marcas más importantes del mundo, como las tablas Jart). Las dos firmas (al igual que sus competidoras internacionales) patrocinan a grandes figuras del surf. Y de nuevo bastan unos segundos en las redes sociales para ver a deportistas de élite como Aritz Aranburu con su tabla Yow o Leticia Canales y Sean Gunning lanzándose a las pistas de asfalto con sus tablas de ruedas de Miller.

“Casi todos los surfistas y los monitores de surf se han dado cuenta de que el surfskate es una herramienta excelente para entrenar fuera del agua”, cuenta Jacobo Ramírez, surfista, patinador y cofundador del Carving Social Club, una tienda online y escuela que lleva años trabajando para visibilizar esta disciplina, organizando tours y demostraciones por toda Europa y que ha sido precursora en traer distintas marcas a España. “En un baño de dos horas en el agua en realidad estás sobre la tabla unos minutos. Con el surfskate estás trabajando la dinámica, la técnica, la postura…, por lo que la capacidad de mejorar es brutal”. Así, tras el estado de alarma, todos los surfistas de ciudades y pueblos de interior se subieron a la ola del surfskate, persiguiendo las sensaciones del deporte del mar. Por eso tiendas de Madrid como Caribbean han notado ese crecimiento exponencial, mientras José Luis de la Rosa asegura que en su tienda y escuela AJProject de Canarias lo que más ha subido es el skateboard. “Hemos triplicado las ventas de material duro”.

Rafa Bocanegra nació en la tierra de Camarón hace 20 años. "La isla es un sitio guapo para patinar". Lo descubrió a los 12 viendo a los skaters en la plaza del Rey. Cuenta que llegó a su vida en el momento oportuno. "Había muchas movidas en casa y de pronto encontré una vía de escape. Podía irme solo a surfear por las calles o juntarme en la plaza con colegas. La verdad, era liberador".

— Patinaba tantas horas al día que empezó a mejorar muy deprisa. Se presentó a algunos campeonatos infantiles y ganaba todos, así que no tardó en participar en categorías superiores. "Siempre era el peque, y eso también me hizo superarme". A su edad, ya ha visitado la meca del skate, Los Ángeles ("Otro mundo"), ha patinado para firmas como Adidas y en 2019 fue campeón de España en street, la modalidad en la que se hacen trucos.

— Proviene de una familia humilde y esta disciplina le abrió las puertas a un mundo de posibilidades: "Las competis me han permitido ganar algo de dinero para ayudar en casa y también viajar por toda Europa". Como contrapartida, abandonó sus estudios de bachillerato ("Lo intenté por mi madre") y dice que le gustaría estudiar algo de marketing. Pero de momento aspira a vivir de su pasión.

— Sabe que pocos consiguen ese objetivo, al menos en España, pero no se da por vencido y reconoce que, pase lo que pase, nunca va a dejar de rodar por el asfalto. Porque el patín le ha dado mucho. “Solo el hecho de salir de la isla y venirme a vivir a Granada es una pasada. Allí la vida es dura y salir ha sido bueno”.

La pandemia es la chispa que lo hizo explosionar, pero la mecha se prendió en 2016, con el anuncio de su entrada en los Juegos Olímpicos. El foco de la industria apuntó entonces hacia la comunidad skater.

Los diseñadores llevan años bebiendo del streetstyle. Siempre atraídos por todo lo que huele a subversivo, hace tiempo que empezaron a adueñarse del estilo underground, transformando lo que antes se percibía como marginal en mainstream (masivo). “Cuando yo empecé a patinar de niño era una cosa casi friki… O no sabría cómo calificarlo. Pero desde luego no era algo cool como puede ser ahora”, recuerda Gerardo Anaya, psicólogo e informático de 30 años que no concibe su vida sin un patín debajo del pie y que fue miembro del equipo nacional de Adidas entre 2011 y 2018. Durante la sesión de fotos que ilustra estas páginas, este gallego brinca sobre su tabla en las calles del madrileño barrio de Lavapiés ataviado con un traje verde de Gucci. Desde las pasarelas hasta los gigantes del low cost, todos quieren saltar a la rampa. Nike SB (departamento exclusivo de Skateboarding) acaba de sacar una versión sostenible de sus icónicas zapatillas Janoski, uno de los mayores éxitos de venta de la sección SB hasta la fecha. Y firmas de lujo como Louis Vuitton han diseñado sus primeras zapatillas de skate junto al patinador Lucien Clarke.

Su historia con el patín arranca como la de cualquier chaval en los noventa. "Había por casa una vieja tabla de mi hermano Jacobo (13 años mayor). Y en casa de mi mejor amigo, Yago, pasaba lo mismo". Así que un día bajaron a la plaza de la Constitución, punto de encuentro skater en su Santiago de Compostela natal, y todo cambió. "Cuando te das cuenta ya no te apetece practicar otros deportes ni quedar con colegas que no patinan…".

— "Mi familia nunca me dijo nada, pero insistían en lo de seguir estudiando". Y parece que se lo tomó en serio. Hizo informática, después psicología y ahora se está especializando en neuromarketing y comportamiento del consumidor. Pero durante todos estos años, el patín ha sido una constante. "Al terminar informática busqué prácticas en Valencia [veraneaba allí y tenía su grupo de skaters] y ya me quedé estudiando psicología". Pero sobre todo patinaba, hacía partes de vídeo (como se refieren a las grabaciones de sus trucos para legitimar su carrera de skater) y se hacía fotos "como expresión artística". Hasta que en 2011 el team manager de Adidas le ofreció entrar en el equipo nacional de la firma. "Estuve hasta 2018. Fueron años guais de viajes y rodajes. Luego el equipo se disolvió poco a poco".

— Ahora, con 31 años, trabaja como psicólogo financiero en Madrid, donde sigue deslizándose sobre cuatro ruedas. “El patín no paga mis facturas, pero es de las cosas que más me llenan. Es parte de mi identidad”.

Ya en los noventa la moda intentó apoderarse del estilo urbano de los patinadores, pero en aquella ocasión la comunidad se rebeló para evitar que las grandes marcas del textil fagocitasen a las pequeñas firmas creadas por skaters, como Thrasher, Santa Cruz o Powell Peralta, según explica Borja Muñoz. “Incluso marcas como Nike o Adidas intentaron abrirse hueco entonces, pero el rechazo fue tan grande que no lo lograron hasta los años 2000, cuando crearon los departamentos exclusivos de zapatillas de skate y formaron equipos nacionales para apoyar a los patinadores de cada país”, recuerda Esteban Velarde. “Nuestra vestimenta siempre ha ido por delante y luego trataban de convertirla en tendencia”, asegura Danny Lozano, skater profesional que ha sido durante los últimos 16 años team manager de la firma de zapatillas Vans, nacida al calor de la comunidad skater y que ha terminado sucumbiendo al negocio de la moda. “Es cierto que antes, si veías a alguien con unas zapas skaters, sabías que patinaba, pero ahora todo el mundo las lleva”. Las firmas ajenas a la comunidad se suben al carro y las “auténticas” (así llaman en la jerga a las que nacieron de la mano de skaters) se vuelven tendencia casi en contra de su voluntad. Productos tan arraigados a la tribu como las sudaderas con la cabecera de la revista Thrasher, considerada la biblia de los skaters, están en auge. Aunque muchos de los que visten esas prendas desconocen el significado de lo que llevan en el pecho.

La publicación —y su marca de ropa— nació en Estados Unidos en los años ochenta, fundada por los patinadores Fausto Vitello y Eric Swenson, y en torno a ella se generó la cultura que rodea al skate, íntimamente ligado entonces a la música hardcore y al punk. Bandas como Bones Brigade, pioneros de la disciplina, la viralizaron durante aquellos años con sus vídeos y el skate comenzó su expansión por todo el planeta. Es también la época de películas como Regreso al futuro, que engancharon al patín a toda una generación en España. Jóvenes como Esteban Velarde, Danny Lozano o Alain Goikoetxea, entrenador de la selección, abrieron el camino hacia una profesionalización que gana fuerza con el esperado debut olímpico en Tokio.

Probó a patinar porque frente a su casa, en Móstoles, estaban construyendo un skatepark. Y la tabla se convirtió en lo que hoy considera su pasión, su hobby, su trabajo, su vida. Logró que una tienda local, Adrenalina, le apoyase con material y empezó a ganar campeonatos de rampa.

— A los 13 años, en una competición en Irún con su familia ("mis padres y mi hermana siempre me han apoyado y hemos hecho muchos kilómetros juntos"), un ojeador de Red Bull le ofreció un contrato. La marca de bebidas energéticas solo patrocinaba a un deportista de cada disciplina por país. Con 15 años, empezó a viajar "duro" por toda Europa y pronto se coronó como uno de los mejores.

— Hoy, con 25, ha sido varias veces campeón de España y su puntuación en el ranking mundial podría convertirle en uno de los 20 clasificados para participar en los primeros Juegos Olímpicos del skate. Sabe que una parte de la comunidad rechaza la participación en el mayor evento deportivo del mundo por hacer de un estilo de vida espectáculo. Respeta esa postura, pero no le frena. "El mundo está evolucionando y el skate no se va a quedar atrás. Mi generación ha vivido la llegada de los patrocinios de marcas ajenas al sector [también rechazadas por los más puristas]. A mí me gusta patinar y competir. Y si puedo vivir de esto por llevar unas zapas, lo voy a hacer. Y si puedo llegar a unos Juegos Olímpicos, también lo voy a hacer".

— Con su nivel, el siguiente paso podría ser mudarse a Los Ángeles, meca del skate. "Para patinar es tal cual lo ves en las películas, pero quiero vivir aquí y apostar por el skate en España y Europa. Y montar mi propia escuela con indoor".

Los Juegos Olímpicos (pospuestos por la pandemia hasta 2021) han forzado al skate a encorsetarse. “No ha sido fácil porque se trata de una comunidad urbana que estaba acostumbrada a ir por libre”, recuerda Xavi Moyano, gerente de la Federación Española de Patinaje, de la que forma parte desde 2017 el skateboarding. Pero el reconocimiento y el apoyo económico del Consejo Superior de Deportes han propiciado la creación de una selección nacional con recursos suficientes para viajar por todo el mundo (en torno al millón de euros) y los Gobiernos locales no han tardado en dejarse llevar por la locura de los skateparks. En cada pueblo, en cada ciudad, estos espacios con rampas (o bowls), half pipes, barandillas y cajones se han convertido, como ya ocurriera en décadas anteriores, en el punto de encuentro de adultos, familias con niños y adolescentes. La mayoría se han pensado más como espacios de ocio y reclamo turístico de nuevos aficionados que como lugares de entrenamiento. Y se nota. Desde el Comité Nacional de Skateboarding reconocen que la mayoría están “mal hechos”. “Por eso estamos trabajando en un sistema de homologación”, explica Danny Lozano, que actualmente es director de competición de la federación. “Intentamos evitar que Columpios Manolo, por poner un ejemplo ficticio, haga un skatepark”. Pero la revolución es ya imparable y cada semana se inaugura uno nuevo o abre una escuela de skate.

Cientos de niñas llegan a estos clubes ansiosas por dominar el monopatín. Borja Muñoz o José Luis de la Rosa aseguran que el boom femenino está siendo “muy bestia”. Para Andrea Benítez, de 25 años, campeona nacional en la modalidad street, los JJ OO “han sido fundamentales”. “De niña era la única chica entre 100 hombres en competiciones organizadas por empresas privadas [no había categorías femeninas]. Ahora, al ser olímpico y haber un campeonato nacional público, sí las hay. Somos como 60 y se han equiparado los premios”. La creación de referentes femeninos como Benítez tiene mucho que ver en la irrupción de las skaters, según Verónica Trillo, entrenadora de la selección y miembro de la plataforma Así Planchaba (planchar es aterrizar sobre la tabla de forma consistente tras un truco), que lleva 10 años fomentando estos referentes. “Es lo que está ocurriendo con el deporte en general, pero quizás en este, tan masculinizado hasta ahora, se nota más”, apunta Ianire Elorriaga, de 40 años y seis veces campeona de Europa en la primera década de este siglo. Los monitores de las escuelas apuntan también al negocio de las series, que se ha subido al despegue de la disciplina. Títulos como Betty, de HBO, protagonizada por seis jóvenes skaters de Nueva York, o personajes como Madmax, la patinadora del éxito televisivo Stranger Things (Netflix).

Y del cine a los videojuegos. Al menos cuatro productos de skate verán la luz este año. Electronic Arts, compañía estadounidense que desarrolla algunos de los títulos más vendidos de la historia como el FIFA o Los Sims, anunció como su gran apuesta del año el nuevo Skate 4, que constituye el regreso de una saga muy valorada entre los aficionados a este deporte digital. Pero el bombazo llegó en septiembre con el lanzamiento de un remake del Tony Hawk’s Pro Skater 2, protagonizado por uno de los mejores patinadores de la historia (el estadounidense que da nombre al título) y que supuso la “megaexpansión” del skate en el año 2000. “Aquello sí que marcó un antes y un después”, recuerda Danny Lozano. El producto era de tal calidad que cautivó a varias generaciones. PlayStation vendió en cinco años más de 10 millones de unidades, una cifra desorbitada para un videojuego de nicho. Los chavales querían repetir en las calles los trucos que hacían en las pantallas de sus consolas y ordenadores. Las ventas de tablas se dispararon y las ciudades de todo el mundo se llenaron de chavales en monopatín. En España comenzaron las construcciones de skateparks y al calor de ese nuevo boom se fraguó la generación que despunta estos días. Desde freeskaters, que recorren el mundo patrocinados por marcas para filmar sus partes de vídeo (así se llaman las grabaciones de trucos, que legitiman la carrera de un skater), como Adrián del Campo o Jura, hasta deportistas de élite como Danny León o Andrea Benítez, actuales campeones nacionales, que luchan por conseguir la puntuación en el ranking mundial que les dé el pase a los primeros Juegos Olímpicos de su disciplina.

El mercado apuntó al skate y lo catapultó al estrellato o puede que su creciente popularidad atrajese a la industria. En cualquier caso, el anuncio olímpico ha puesto la disciplina y cuanto la rodea en el centro del huracán, acentuando la división que ya existía dentro de esta comunidad. En un extremo, los puristas que reivindican la esencia más primigenia del skate y tratan de recuperar un estilo de vida arraigado a las calles, la música y el patín como medio de disfrute y creación a través de sus vídeos. En la otra punta, quienes se han subido a la carrera deportiva y entienden la entrada a los JJ OO como parte de una evolución lógica y sana. Sea como fuere, las ventas de tablas se han disparado, las escuelas están repletas, las mujeres han dado el salto definitivo y la maquinaria de la industria parece imparable. Los ciudadanos de todo el mundo quieren sentirse dueños de sus ciudades. Y deslizarse por ellas sobre una tabla con ruedas, ya sea en un skate, un long o un surfskate. “No hay duda de que la comunidad skater se ha multiplicado por 10 ahora mismo en España. Y esto es a nivel mundial. Así que el patín está más de moda que nunca”, dice Esteban Velarde. “Y con los Juegos de Tokio y París… Parece que tenemos skate para rato”.

Redactora en El País Semanal desde 2016. Antes trabajó en Madridiario y en la Cadena Ser. Fue también productora del ‘podcast’ sobre nutrición BeOk y redactora en La voz de Galicia y la web enfemenino.com. Estudió periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid y más tarde realizó el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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