El Club Náutico de Zaragoza pone en marcha las clases de SUP Yoga en el cauce del río por tercer año consecutivo.
Desde hace dos semanas, el cauce del río Ebro a su paso por el Pilar goza de una nueva actividad deportiva: las clases de SUP Yoga o Yoga acuático que, un año más, regresan a la ciudad de la mano del Club Náutico. Sara Díaz, profesora de yoga del centro, imparte estas sesiones cada lunes y miércoles en el río, a escasos metros del puente de Piedra. Hasta el próximo mes de septiembre, el rio contará con unos nuevos ocupantes cuyo mayor reto es, durante los 60 minutos que dura la clase, no caerse de la tabla de paddle surf que hace las veces de esterilla.
“Las posturas o asanas que realizamos durante la clase son las mismas que las de una sesión normal de yoga hatha. Lo que cambia es el escenario”, advierte la profesora. ¿El mayor hándicap? Que este se encuentra en constante movimiento. “Al principio cuesta un poco aclimatarse, de hecho, los ejercicios requieren de mayores dosis de fuerza y de equilibrio. Luego va saliendo todo solo”, señala.
Se trata de una realidad que exige una mayor concentración por parte de los participantes pero que, en cambio, ofrece unos mayores niveles de conexión con la naturaleza en un entorno incomparable. “El atardecer desde el río, al lado del Pilar y tumbado sobre tu tabla se convierte en una experiencia inolvidable”, asegura la profesora.
Esta modalidad nació en Hawái hace dos décadas. Fue en Reino Unido, a partir del año 2014, cuando abrieron los primeros centros especializados ya bajo el nombre de SUP yoga, que viene de ‘Stand Up Paddle’, o, lo que es lo mismo, mantenerse de pie sobre la tabla paddle. “Este martes, 21 de junio, se celebraba el Día Internacional del Yoga, una disciplina que no hace más que crecer y que cada vez se practica de formas más distintas. Animo a la gente a que, aprovechando el verano, se anime a probar esta disciplina tan beneficiosa para cuerpo, mente y espíritu”, señala.
Tras unos primeros minutos de confusión y muchas risas -prácticamente todos los participantes se enfrentan a la situación por primera vez en su vida-, el sonido del agua, el movimiento, y el entorno acaban transformándose, poco a poco, en un elemento más de la clase. “Las hacemos en grupos de hasta seis personas, y el precio es de 20 euros la sesión, o 60 euros el bono de cuatro clases”, explica Díaz.
El temor a ser devorado por un siluro, a caer el pozo de San Lázaro o a la picadura de la temida mosca negra son algunos de los “grandes miedos” de algunos de los que, desde hace días, se acercan hasta la recepción del club náutico, donde Miriam Vicen, coordinadora deportiva del club, responde todo tipo de dudas de sobre esta novedosa modalidad de deporte acuático.
A las tradicionales actividades como piragüismo, remo, paddle surf o sus visitas turísticas, por tercer año consecutivo añaden el yoga acuático o SUP yoga. “Nos encanta llenar de vida el río, y esta es una de las actividades más curiosas y vistosas”, asevera.
No en vano, durante el tiempo que dura la clase -en torno a una hora- son muchos quienes se sientan un rato a observar el desarrollo de la actividad o, incluso, tomar fotografías. Desde el Club Náutico aseguran que se trata de una actividad completamente segura, además, se pide a los participantes que sepan nadar.
“Durante toda la actividad contamos con una persona del club que asiste a las participantes en todo momento. Los participantes van anclados a la tabla con una goma al tobillo -denominada leash o invento- y están anclados a una isla. Antes de comenzar reciben unas nociones de cómo colocarse, cómo remar hasta la plataforma o cómo actuar en caso de perder el control sobre la tabla”, explica.
Sobre sus tablas, Dominica Rodríguez, Ismael García o Pablo Pardinilla, son algunos de los alumnos que se han atrevido con esta nueva modalidad. “Llevo tiempo practicando hatha con Sara, y tenía mucha curiosidad por vivir esta experiencia en un paraje tan singular”, explica Dominica. El escenario, además de practicar yoga en contacto directo con la naturaleza, es otro de los alicientes que comparten la mayoría de participantes.
“No hay que irse tan lejos para probar algo diferente. Y, sobre todo, para disfrutar de un deporte tan completo y saludable”, añade la zaragozana. A su lado, Ismael, de Argentina, ha llegado al curso por casualidad. “Llegué tarde a mi clase de piragua y me han ofrecido probar. No sabía que existiera algo así y me ha resultado muy interesante, y una alternativa para disfrutar del río, una de las mejores cosas que tiene la ciudad”, opina.
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